¿Lidero desde la exigencia o desde la excelencia?

DIFERENCIAS Y RESULTADOS

¿Cómo asumes un error de algún miembro de tu equipo? Como líder ¿quieres que todo salga perfecto? ¿Valoras por encima de todo el trabajo bien hecho? ¿Consideras que para que las cosas salgan como está planificado tienes que estar en permanente control? Estas y muchas otras preguntas tienen que ver con las diferentes formas de entender y aplicar el liderazgo, que a veces se confunden y llevan a resultados totalmente diferentes en la gestión de los equipos y que, por tanto, afectan de una u otra manera a los negocios, incluyendo los resultados económicos. 

En mi trayectoria me he encontrado ante innumerables modelos de liderazgo, así como con diversas dificultades en la gestión de equipos cuyas causas muchas veces se encontraban justo en la forma de liderar. Por ello, quiero reflexionar sobre dos de las cuales que llevan a liderar desde la excelencia o desde la exigencia y señalar algunos de los resultados que ello comporta. 

Para nosotros la excelencia es un camino, una filosofía de vida,
es hacer las cosas desde el trabajo bien hecho.

Aristóteles decía que la excelencia no es una acción, sino un hábito. Algo similar a lo que expresa Lincoln cuando habla de dar lo mejor de sí mismo cada día. Ello nos lleva a que la excelencia nos une al aprendizaje constante, a declararte aprendiz. Los fracasos son vistos como nuevas oportunidades de poder hacer las cosas de forma diferente y aprender del proceso. Enfocar nuestro comportamiento desde la excelencia nos conecta más con nuestro Ser.

El camino de la exigencia es muy diferente. Quienes centran su comportamiento en la exigencia no buscan hacer las cosas bien sino la perfección, sus “gafas” de la perfección. Este matiz es importante para entender después cómo es la gestión de sus equipos y los resultados que comporta. La perfección en sí misma es inalcanzable, por ello lleva a un camino de insatisfacción y frustración constante, de sufrimiento y auto reproches, ya que nunca se está contento con lo que se alcanza, siempre se está enfocado en lo que aún no se ha conseguido. Como el aprendizaje no está presente, predomina el convencimiento que lo que soy hoy siempre lo seré, por eso crea sufrimiento. Lo que hago es lo que soy, por ello los fallos se viven como auténticos fracasos personales que afectan a lo más profundo de “mi identidad”. El error se interpone en la búsqueda de la perfección. 

Enfocar nuestro comportamiento desde la exigencia
nos conecta con nuestro hacer, me identifico por lo que hago.

¿Cómo se ven reflejados estos dos modelos al aplicarlos en la gestión de equipos? La excelencia en el liderazgo se centra en la cooperación entre los miembros de un equipo, en su flexibilidad, en la mejora, el aprendizaje y el crecimiento de las personas, desde el promover el trabajo bien hecho, dar lo mejor de mí siempre Ello facilita una gestión de los equipos con una comunicación más empática, consiguiendo un mayor compromiso de todos en el equipo. La delegación de tareas se hace desde esta confianza, de creer en el camino del aprendizaje, del reconocimiento, de felicitar y celebrar los logros. En resumen, el ambiente laboral es positivo, armónico, de respeto, de crecimiento. La humildad del líder está presente en sus acciones. 

En esta filosofía el camino es el viaje, no se centra tanto en la meta a conseguir sino en cómo se transita por este camino, en el compromiso del equipo que cada uno dará el máximo de sí mismo. El líder eleva el ambiente laboral a un nivel de “querer ir a trabajar” y hace brillar a su equipo, es consciente que él está al servicio de su equipo, cuanto más brille el equipo más brillará él. 

Quienes ejercen el liderazgo desde la exigencia llevan a competir y, en consecuencia, el equipo es visto como una competición de unos con otros. Hay rigidez, el camino de la confianza es dudoso y la falta de delegar se hace patente puesto que “nadie puede hacerlo como yo”. Aumenta la necesidad de controlarlo todo con el fin de garantizar el éxito de los resultados. En cuanto más controla el líder, menos compromiso obtiene de su equipo. La comunicación abierta y directa disminuye y el ambiente se vuelve tenso y negativo. Se vuelve un camino de obligaciones: “es tu deber hacer las cosas bien”. El camino de la exigencia es la meta, no importa el viaje, no importa el coste de este viaje, sino conseguir a cualquier precio la meta. En consecuencia, el equipo no brilla, el equipo está a su servicio. 

Como resulta evidente, el tipo de gestión que se realice bien sea desde la excelencia o la exigencia, tendrá unos efectos diferentes en el equipo y, en consecuencia directa, en los resultados económicos. Como lo demuestran muchos estudios, las empresas con plantillas altamente comprometidas y motivadas obtienen ratios de éxito muy elevados, rinden más y aumentan la productividad. 

El camino de la excelencia no tiene límites, nunca se conforma con el “está bien”,
 siempre se puede mejorar y aprender.

Para conseguir estos resultados, que es lo que cualquier negocio pretende, es indiscutible que será más fácil con la gestión del equipo llevada desde la excelencia. El equipo es el compañero del éxito, sin él no lo conseguiremos. Por ello, el líder que está enfocado a la excelencia lleva a su equipo al compromiso con la mejora constante para ir alcanzando cada día unos logros mayores y así ir superándose.  Este nivel de compromiso y motivación basado en la excelencia, que fideliza a su empleado, difícilmente lo consigue el liderazgo desde la exigencia. Desde la exigencia, en muchas ocasiones, los empleados acabarán por marchar, no tanto por la empresa en sí misma sino por su responsable directo y el ambiente laboral que genera. 

Para concluir, es importante subrayar que nadie es 100% exigente o 100% excelente. Son sus actitudes y comportamientos que se fundamentan en un modelo u otro de forma predominante. Sin embargo, es muy importante que el liderazgo que se realice tenga un enfoque que permita seguir el camino de la excelencia, que es el que al final marcará una diferencia real con la competencia y permitirá conseguir los resultados económicos que se desean. Recordemos que la actitud del líder es de referente constante para su equipo, aprendemos por imitación (neuronas espejo) y, por tanto, el ejemplo del líder del equipo es la mejor manera de enseñar.

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